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Anónim@s.



Cada mañana salgo de casa y me bajo a la playa a hacer algo de meditación, correr un poco por la orilla y hacer estiramientos. En el camino hacia la playa siempre me encuentro a la chica que limpia la calle, es agradable verla, siempre tiene una media sonrisa dibujada en la cara. Al principio me sorprendía, me preguntaba qué estará pensando para tener esa sonrisa…. Pero con el paso de los días me he dado cuenta que es algo suyo. Quizás sea su entrenamiento, o simplemente se sienta alegre haciendo su trabajo.

A veces me encuentro al doble del gato de mi padre, un gato blanco que a veces está subido a la columna de su casa y siempre que me ve se pone en pie y le acaricio. ES un momento precioso.

Sigo caminando y me encuentro al hombrecillo que está durmiendo en el paseo marítimo en la puerta de un restaurante de la playa. Se hace ahí su fuerte para descansar….

Una vez que toco la arena y empiezo a hacer mis ejercicios aparecen personas, siempre son los mismos; el pescador, la mujer que camina con sus dos perritos por la orilla con su pelo caoba, el hombre que va con su perro paseando, la mujer mayor que va con tres perros preciosos, y la dueña de Bobby. Bobby es un perro que tiene la cara del muñeco de la “historia interminable”. Hace unos meses atrás eran auténticos desconocidos para mí y yo para ellos. Pero a medida que pasaban las mañanas empezamos a crear una relación. Nos íbamos dando los buenos días…. El pescador me decía;

-Chiquilla ¿no tienes frio? Bueno que frio vas a tener si no paras de moverte. yo le sonreía y le preguntaba: ¿qué, ¿cómo ha ido el día, ha pescado algo?

Y así, poco a poco, se fueron convirtiendo en elementos imprescindibles del paisaje de cada una de mis mañanas.


Con la dueña de Bobby me pegaba unos minutos hablando y conversando acerca del frio, del mar y la humedad, de los barcos etc. Arreglábamos el mundo…. Cuando terminábamos nos despedíamos y cada una volvía a su tarea.

Cuando subía a casa me encontraba con los obreros que estaban haciendo una reforma en mi calle. Al principio nada, nos mirábamos, pero a medida que fueron pasando los días ya nos dábamos los buenos días.


Parece que la frecuencia hace la cercanía….


Justo la semana pasada se me acercó la dueña de Bobby a saludar como cada mañana, sin embargo, esta vez me preguntó;

-Oye ¿tu toma té o café? A lo que le respondí, -Sí, claro.

- Es que me gustaría invitarte a desayunar un día, yo acepté encantada. Dos días después le dije,

- el sábado por la mañana podemos desayunar. Ella me dijo;- estupendo quedamos en…… a las …. Y se marchó.

Así quedó, como en los viejos tiempos, sin teléfono ni nada. Dijimos el lugar, la hora y listo.

Lo que más me entusiasmaba era que de todas las conversaciones que teníamos por las mañanas, a ninguna nos había dado por preguntarnos el nombre. A ninguna nos hizo falta. Éramos anónimas, sin embargo, compartíamos uno de los momentos más mágicos del día “EL Comienzo”. Esto hacía que fuera más especial aún.

El sábado fui a mi cita, allí justo donde habíamos acordado, apareció y me preguntó:

-oye ¿cómo es tu nombre que no lo sé? Yo me reí y le dije Cristina. Me dijo

-Ay como el café, así no se me olvida (ella es una mujer de unos 60 años). Yo le pregunté el suyo, me dijo- Pepa.

En ese momento dejamos de ser anónimas, pero seguíamos siendo las mismas.



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